Este proyecto se plantea la construcción del espacio doméstico a partir de la colocación de una serie de contenedores en un espacio previo indiferente y vacío. Tres grandes “armarios” se colocan estratégicamente compartimentando el espacio. Las cosas que se almacenan en estos armarios –ropa, menaje de cocina, electrodomésticos, toallas, platos, vasos, productos de limpieza, abrigos, paraguas- serán las que determinarán el uso que se da a los distintos espacios, dependientes de estos armarios. Los muebles, propiamente dichos – sofás, mesas, camas, inodoros, lavabos- son los que hacen visible el uso que se ha asignado a cada espacio, inicialmente indiferente.
El tratamiento de las superficies de las paredes redunda en esta condición de caja infinita. Así, el espacio de las habitaciones se forra de papel como el interior de un baúl.
Las habitaciones son pues un cajón más. Sólo el espacio del salón, el espacio permanentemente visible, y en cierta forma el representativo se mantiene blanco, neutro y “exterior”.
Las carpinterías de los balcones construyen un espacio de transición con el exterior. Pequeñas galerías que tímidamente se asoman a mirar, pero que preservan la visión directa del interior.
Nos gustaría considerar esta casa como una versión contemporánea de ese interior burgués del XIX, que acolcha su interior y protege a su habitante, con delicadeza, de un exterior no siempre tan amable como necesitaríamos que fuese.