José Manuel Ballester es un artista que transforma espacios donde antes solo percibíamos vacío. Su obra desafía los límites preconcebidos entre lo público y lo privado, eliminando la ficción de un espacio fijo y permanente. Ballester no solo construye lo privado en lo público, sino que también lo lleva a lo inhóspito, redefiniendo nuestra percepción del entorno.
El Palacio Velázquez, con su inmenso y blanco contenedor de aire, ha sido un desafío para muchas obras poderosas que se han visto empequeñecidas por su magnitud. Este montaje se ha planteado para evitar que eso ocurra, canalizando la enorme energía de este espacio luminoso y promoviendo la convivencia y el diálogo con las obras de Ballester. La selección de las obras fue concebida con esta idea: grandes formatos para los espacios abiertos y formatos más pequeños e íntimos para los espacios periféricos con luz tamizada y aire sereno. Estos espacios han sido reconocidos y construidos para que la obra encaje y encuentre su lugar.
El proyecto define salas diferenciadas mediante la colocación de seis muros. Dos de ellos reconstruyen el espacio central de acceso, donde se instalará una enorme lona fotográfica de colores claros. Los otros cuatro muros forman el brazo central de una estructura cruciforme, creando un gran pasillo de tránsito que define salas más quietas y serenas.
Las obras más íntimas y de menor tamaño se ubican en las pequeñas salas situadas en las cabeceras del edificio. Esta intervención mínima logra una nueva y radical interpretación del espacio del Palacio Velázquez, actuando como un mediador óptimo que armoniza el espacio con la obra de José Manuel Ballester, permitiendo un emotivo y poderoso diálogo entre ambos.